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“El Museo de la Inocencia” de Orhan Pamuk

Por Corina A.

Un viaje apasionante a través del amor y la obsesión. Un museo de emociones que trasciende el tiempo y en el que los objetos cotidianos se convierten en testigos silenciosos de una historia inolvidable



El Museo de la Inocencia-Portada del libro

Una novela larga y un museo curioso. Los dos fueron pensados en paralelo. Son productos relacionados y obra de Orhan Pamuk (Premio Nobel de Literatura año 2006). La historia, muy dramática, que se desarrolla en Estambul entre 1974 y los principios de la década del 2000 es sobre Kemal y su pariente lejana Füsün, el primero acaudalado y heredero de la empresa familiar (ya comprometido para casarse con otra mujer muy distinguida) y la segunda perteneciente a la clase media baja (en desventaja y definitivamente sometida, cuya única “libertad” y refugio, paradójicamente, consistirá en dibujar pájaros), además será cuestionada por haber participado en un concurso de belleza.


El joven es empresario y asimismo se dedica por ocho años a juntar y cuidar de forma obsesiva un sinfín de elementos de la vida cotidiana como ropas, accesorios, utensilios y documentos sustraídos a su amada, que tuvieron contacto con ella e incluso compra de otros recopiladores que tienen “casas basureros” artículos que pudieran tener alguna relación o contacto con los momentos compartidos en pareja, como postales de cada barrio y calle a las que fueron juntos o toda pieza que sirviera como recuerdo de esa relación.


El libro no solo trata de ese relato de amor, sino el del día a día de la ciudad en que nació y creció el autor, él mismo coleccionista, a modo de tributo.


Es una historia de amor “no autorizada” debido a una barrera importante: los prejuicios. Cabe destacar que la opinión ajena es una protagonista más de la obra.


El engaño, la soledad, el asedio, el reencuentro, los celos, el silencio, la melancolía, la tradición, pero también la hipocresía, el machismo, la diferencia de clases, el rechazo social  y el destino desfilarán por sus páginas.


Una tragedia hará cambiar a Kemal. De recolector avergonzado de las cosas que acumula se irá convirtiendo paulatinamente en coleccionista orgulloso, aunque con la sensación de haberse quedado atrapado en un espacio distinto mientras el resto de la humanidad vive otro tiempo. Necesitará reconstruir y contar sus experiencias mediante este acopio de materiales diversos.


Tomará ejemplos de los museos que visitó en sus viajes por distintos países del mundo, nada menos que ¡1743 museos! (y de los que había guardado las entradas), adonde obtendrá inspiración y también consuelo. Así decidirá crear el propio para que otros puedan palpar todo lo que ha pasado.


Sí, el museo existe en la ficción y también en la realidad. El edificio fue comprado por Pamuk en 1999 con la idea de convertirlo en un museo y situar allí un retrato imaginario de una familia pero se materializó más tarde: fue abierto recién en 2012 y el libro fue publicado en 2008. Es un punto de referencia de los turistas en Estambul, imposible no verlo, es un inmueble antiguo restaurado de tres pisos, ubicado en una esquina, con el frente pintado de rojo oscuro, muy llamativo.


Los componentes de la muestra, conseguidos en anticuarios, están dispuestos en las vitrinas como si fueran cuadros y desde allí “hablan”. Se exponen respetando el orden en que aparecen en el libro, 83 cajas y vitrinas que representan los 83 capítulos. El escritor realizó la recolección y se encargó de la curaduría (porque en el pasado fue artista plástico). Ha recibido el Premio al Museo europeo del año en el 2014.


Para ingresar en el museo es necesario presentar un ejemplar de la novela ya que tiene una entrada incluida  (válida para una sola visita).


Al final del libro hay un plano para que los curiosos puedan encontrar el camino del museo recorriendo las calles de Estambul.

 

Por si fuera poco, en 2015 la novela se adaptó a una película con estilo documental dirigida por Pamuk.

 

En la página web del museo hay un Manifiesto escrito por el autor en donde declara, entre otros puntos, que deberían desviarse recursos hacia museos pequeños que cuenten historias de personas con los objetos situados en sus sitios naturales, que se necesitan museos modestos que rindan homenaje a los barrios, las calles, las casas y las tiendas cercanas, convirtiéndolos en elementos de sus exposiciones. Finalmente concluye: “El futuro de los museos está dentro de nuestras propias casas”.

 


Se pueden hacer visitas virtuales muy completas en estos dos links de Google Arts and Culture:




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