“La Dama de los Espejos, Mariquita Sánchez, una vida apasionada” de Gabriela Margall
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María Josefa Petrona de Todos los Santos Sánchez de Velazco y Trillo conocida como Mariquita Sánchez no fue solo una “anfitriona de tertulias”. De personalidad fuerte y transgresora para su época se animó a elegir, a hablar, a escribir, a educar, a influir.
Cuando a sus catorce años sus padres trataron de obligarla a casarse con alguien a quien no quería solo por conveniencia económica, ella se reveló y esa rebeldía la hizo célebre convirtiéndola en una heroína para el pueblo. Luego la encerraron en un convento y se salió con la suya, accionó con un juicio de disenso: se presentó al virrey Sobremonte para que dejase sin efecto los arreglos que había hecho la madre (el padre ya había muerto) y para conseguir el permiso para hacerlo con quien quería: su primo Martín Thompson y lo hizo por amor. El proceso despertó tal escándalo que llegó a España e inspiró una obra teatral “El sí de las niñas” de Leandro Fernández de Moratín, estrenada en Buenos Aires el mismo año de la boda.
Siempre estuvo en boca de todos porque al enviudar se casó rápidamente con Juan Washington de Mendeville, un comerciante francés muy cuestionado por sus labores diplomáticas en el exterior. Él le daba gustos frívolos: hizo colocar espejos por toda una habitación en donde a Mariquita le encantaba mirarse (de ahí el nombre de la novela), pero no le brindó felicidad y con los años se separaron. Ya de grande tuvo un amorío con un amigo de uno de sus hijos.
Era una persona de gran cultura. Se dice que en una de las reuniones que realizaba en el salón de su casa (adonde recibía a intelectuales y científicos y también se gestaban alianzas) se interpretó por primera vez la Marcha Patriótica, conocida después como Himno Nacional Argentino (el cual sufrió varios cambios en distintos momentos). Casi pasó a la historia por ese hecho, aunque ella hizo mucho más.
Participó activamente junto a Thompson en la resistencia contra las invasiones inglesas y en los sucesos revolucionarios de mayo de 1810, de la sociedad de beneficencia (designada directora, siendo la primera mujer que se hacía cargo oficialmente de una función pública) y declaradamente independentista, feminista y liberal, en contra de muchos de los principios culturales de la época en el Río de la Plata. Defendió la necesidad e impulsó la educación de las mujeres. Se convirtió en la personalidad más importante de la sociedad de Buenos Aires.
Cultivó la amistad con varios protagonistas destacados de su tiempo como San Martín, Belgrano y Sarmiento (con quien sostenía acaloradas discusiones por correspondencia sobre educación). A Juan Manuel de Rosas lo conocía desde chico porque fueron vecinos (y jugaban juntos), sin embargo optó por ser opositora y debió exiliarse durante su gobierno en Montevideo desde donde le escribía a Juan Bautista Alberdi dando sus opiniones políticas.
En sus cartas iba narrando el nacimiento de la Nación ya que fue testigo de hechos trascendentales para la patria (nació en 1786 durante el Virreinato y murió en 1868 cuando asumía Sarmiento como presidente). Políticamente incorrecta y apasionada, en definitiva, formó parte viva de nuestra historia aunque su figura comenzó a reivindicarse hace pocos años y también a “sacarla del bronce” y Gabriela Margall desde su libro “La Dama de los Espejos, Mariquita Sánchez, una vida apasionada” lo hace con maestría.
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Foto de la plaqueta conmemorativa en el solar en donde estuvo su casa/casona en la actual calle Florida 271 en el Microcentro porteño (Florida fue primero San José, luego Del Empedrado, luego Unquera y finalmente Florida hasta nuestros días). La plaqueta de la Asociación Amigos de la Calle Florida dice: “Oíd mortales a Mariquita Sánchez, cuya voz dio resonancia en este solar a la aspiración criolla contenida en nuestro himno LIBERTAD, LIBERTAD, LIBERTAD”.
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