“La Luna era mi tierra” de Enrique Araya
- Por Corina A.
- 10 ago 2022
- 2 Min. de lectura

En "La Luna era mi tierra" el escritor Enrique Araya narra las aventuras de Eustaquio Arredondo, sus peripecias desde una infancia sin las distracciones que ofrece la tecnología actualmente hasta su adultez, pero manteniendo siempre la candidez que lo caracteriza además de su personalidad enamoradiza.
Eustaquio se plantea el dilema entre estudiar la carrera de Derecho por obligación o inclinarse a seguir sus deseos más profundos porque mientras sigue estudiando las dudas crecen. Fracasa en cada empresa que inicia, todo lo que hace es improductivo, vive de prestado y elucubrando planes disparatados para conseguir más dinero, propio de quien, como señala el dicho popular, “vive en la luna”, el estado en el que se encuentra alguien cuando se ven frustradas las esperanzas de lo que pretendía o por quedarse distraído, rezagado, perdido o despistado, además de que la luna le sirve para inspirarse, a menudo se detiene a contemplarla dando rienda suelta a su alma poética. Siente que unas fuerzas misteriosas lo desviaron de su propósito, que se equivocó de planeta y que la Luna era su tierra…
Está redactado en una forma tan amena y jocosa que sus desgracias en realidad causan gracia, como cuando en un remate Eustaquio compra cuatro yeguas para el arado y desde lejos un asistente que a su parecer es muy entendido en el tema del campo le hace un gesto por tanto el cree que le quiso expresar que tenía mucho ojo para comprar animales. El significado del guiño lo comprenderá cabalmente más tarde cuando sepa que tres de las yeguas son tuertas…
Es cierto que la obra presenta costumbres y personajes en torno al humor en escenas un poco absurdas hoy en día y demuestra la pacatería de la sociedad de esos tiempos (la primera mitad del siglo XX) sin embargo es una forma divertida de ver una radiografía de época.
Sus ideas se refuerzan con ilustraciones. Su lenguaje es culto y bastante idílico. Tiene un tinte autobiográfico. Particularmente la mayoría de los capítulos quedan inconclusos, el lector debe darles desenlace utilizando su propia imaginación.
Además de escribir, el autor (de nacionalidad chilena) participó en la carrera diplomática en su país, fue fundador del Consejo Latinoamericano de Cultura creado en Buenos Aires en 1983 y también incursionó en el teatro. Este libro, por el que ganó el Premio Municipal de Novela, fue un éxito de ventas y alcanzó varias reimpresiones.
Este libro lo leí en la década de los 80, en mi pueblo, Quillota, Chile, cuando era un niño, lo leí tantas veces que ya no recuerdo, ahora han pasado más de 40 años y quisiera tenerlo otra vez, ya no para acordarme de él sino para acordarme de mi, que es lo que hacía en esos años de mi niñez, además que ahora soy escritor y escribo parecido al autor, parece que de algo me sirvió leerlo tantas veces, que su estilo se gravo en mi mente.