“La luz en casa de los demás” de Chiara Gamberale
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Una carta sella el destino de Mandorla cuyo nombre significa almendra en italiano y quien quedó huérfana a los seis años. Una carta en el bolsillo del saquito escrita por su madre María antes de morir en un accidente de moto, en la que le da consejos para el futuro y le asegura que el padre es uno de los vecinos que vive en Grotta Perfetta 315, en Roma, el edificio en donde ella era administradora y muy querida por todos.
La suerte de la pequeña se decide ¡en una reunión de consorcio!, aunque suene ridículo (y más para nosotros teniendo en cuenta que por estos pagos es difícil en principio conseguir convocatoria para una asamblea y en general son improductivas). No solo eso: con miedo y rechazo a enfrentarse a un análisis de ADN (que se postergará) se establece que una vecina la adoptará legalmente y se turnarán todos los consorcistas por temporadas para criarla con mucha armonía y espíritu de equipo. Ella se adaptará a las distintas familias, tradicionales y no tanto─ puesto que el libro celebra la diversidad en todo sentido─, cada una con su impronta, con sus alegrías y sus tristezas, sus éxitos y sus frustraciones y en definitiva, compartirá sus vidas y mientras irá creciendo, se enamorará, se preocupará por el “qué dirán”, conjeturará quién será su progenitor (porque tiene muchos padres y a la vez no tiene ninguno) y se meterá en líos bastante importantes…
En algunos tramos de la historia deseará convertirse en alguno de los objetos que la rodean para no sentir y lo volcará en curiosos poemas.
Con toques de humor y ternura para contar los hechos, a veces muy duros, el planteo de Chiara Gamberale es original, disparatado, la narración se va dando de manera muy amena y el final es extrañamente sorprendente.
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