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Sitio Arqueológico Paseo de La Cisterna

Por Corina A.

El subsuelo de Buenos Aires sigue dando sorpresas: los arqueólogos urbanos intentan resolver los misterios que esconde la ciudad



La cisterna-Paseo de La Cisterna

Casi pasa desapercibida, en Moreno 550 en Monserrat. La propiedad está ubicada en un barrio donde se encuentran los íconos del casco histórico. Se trata de un nuevo museo de CABA: el Sitio Arqueológico Paseo de La Cisterna. Es un museo de sitio y no un centro cultural dado que se ha concebido y organizado para proteger un patrimonio natural y cultural, conservado en el lugar donde este patrimonio se creó o descubrió (por lo tanto tiene colección propia).


En un principio la antigua residencia fue la casa de Encarnación Ezcurra heredada de sus padres, quien se casó en 1813 con Juan Manuel de Rosas (gobernador de la provincia de Buenos Aires) y se establecieron en el lugar donde nacieron sus hijos, por eso la calle Moreno se llamó Calle del Restaurador (muy transitada y donde se ubicaban las principales residencias porteñas). Allí también vivió el hijo de Manuel Belgrano criado por el matrimonio. Finalmente, tras la muerte de Encarnación, en 1838, Rosas se mudó al palacio que había mandado a construir en el barrio de Palermo (hoy el Parque Tres de Febrero).


Tras la Batalla de Caseros en 1852, que marcó la caída y el exilio del caudillo, operó como Casa de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, como última sede antes de la fundación de la Ciudad de La Plata en la década de 1880, adonde se trasladó definitivamente. Tiempo después funcionó como Correo Central de la Nación Argentina y a principios del siglo XX se estableció allí un taller de cristalería y luego un conventillo donde vivieron inmigrantes.


En 1979 estas construcciones fueron demolidas para dar lugar a una playa de estacionamiento en planta baja que se mantuvo hasta que se comenzaron nuevas obras porque en 2016 una desarrolladora inmobiliaria fue contratada para llevar a cabo un emprendimiento en el terreno.


Una vez aprobada la obra y comenzadas las excavaciones, apareció parte de una estructura circular con piso de cerámica enterrada que resultó parcialmente dañada, era una cisterna, la más grande y más antigua de su época –se calcula que fue construida entre 1860 y 1870 – y la mejor conservada de Buenos Aires –hecha de ladrillo y revocada con cal, una revelación.


Se convocó a un equipo interdisciplinario de arqueólogos, arquitectos, historiadores y biólogos de la Universidad Nacional de La Plata, de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad Nacional de Rosario que exploraron el terreno más allá de los límites de la cisterna. Mientras tanto la obra debió detenerse nueve meses y reprogramarse. Es uno de los sitios con mayor superficie abierta de todos los investigados por la arqueología histórica de Buenos Aires. En cuanto a la excavación, se cargaron trece camiones volcadores con el material encontrado.


Entrada del Paseo de La Cisterna

Se reformuló entonces el proyecto de forma mixta: contempla el edificio  llamado “Paseo de la Cisterna” incluyendo al mismo  la cisterna y todo el material hallado en la planta baja, como parte de un paseo histórico y cultural.


Pero ¿qué era una cisterna? Una construcción subterránea utilizada hasta fines del siglo XIX para el almacenamiento de agua de lluvia que se extraía con un balde a través de un aljibe ubicado por encima. Debido al diseño de los edificios de aquel entonces los techos tenían una pendiente que permitía colectar el agua de lluvia y conducirla a través de desagües por las paredes hacia albañales que corrían por debajo del suelo hasta desagotar en las cisternas.


En los tiempos en que todavía no había agua corriente era una comodidad para no tener que extraer agua del río ni comprársela a los aguateros. El agua siempre fue un bien natural escaso y preciado en la ciudad, que no estaba al alcance de toda la población y sus condiciones de salubridad eran pésimas. Lo más frecuente era que en la misma zona en que los aguateros hacían sus acopios y las lavanderas lavaban la ropa de la ciudad (sumándose la mezcla de ropas de orígenes diversos), se vertieran, igual que en las calles, basuras, desperdicios y animales muertos, (como era costumbre matar el ganado en los bajos del río después se arrojaban sus vísceras al agua). Además, el río también era usado para bañarse.  Pero pocas familias podían tener aljibe y menos las que podían tener cisterna que para aquel entonces era lo más salubre (porque la contaminación de los aljibes cercanos a los pozos de residuos multiplicó las infecciones y epidemias como el brote de cólera de 1867 o la fiebre amarilla en 1871, entonces surgieron medidas sanitarias como excavar hacia napas más profundas y la construcción de cisternas).


Esta cisterna tiene una capacidad de 220.000 litros de agua por lo que se cree que abastecía a un grupo más numeroso de personas que a una sola familia, posiblemente cuando funcionó allí la sede de gobierno. Los dos muros internos que se encuentran en la cisterna se presume que fueron construidos para el inquilinato que vino después. Un misterio a resolver es por qué no aparece la cisterna en ninguno de los planos de la época.


Ahora, volviendo al material encontrado, a partir del hallazgo sorpresivo de la cisterna se sucedieron otros, ya que se iniciaron una serie de excavaciones en el mismo terreno. En ellas descubrieron vestigios importantes de nuestro pasado, objetos cotidianos descartados por los dueños de casa y por los empleados domésticos durante varias décadas: miles de objetos entre los que se encuentran cientos de botellas y frascos enteros y miles de trozos de loza inglesa y francesa, muy de moda entre las clases altas. Inclusive ocho platos enteros, que así fueron descartados, seguramente para reemplazarlos si una pieza que combinaba con las otras se rompía, eso habla del poder adquisitivo y también de las costumbres de los habitantes de la casa.


Platos con la leyenda federal-Paseo de La Cisterna

Entre los platos algunos tenían la leyenda “Viva la Federación” o también “Federación o Muerte” (así es, sorprendentemente escrito de esa forma, muerte empieza con mayúscula, probablemente para darle más carácter), era la leyenda federal, un claro símbolo partidario, uno de los conflictos más significativos de la historia argentina, la disputa entre unitarios y federales. También se encontraron cubiertos, más de 500 botellas de vino, juguetes, cepillos, frascos de perfume vistosos llegados de Europa y de remedios, azulejos, huesos de animales y otras piezas curiosas de alto valor arqueológico durante la excavación (¡en total fueron más de 2700 piezas!). Se cree que, luego de la batalla de Caseros, los unitarios entraron a la casa y arrojaron allí estos elementos.


Por otro lado, un mensaje en una botella y otro enigma a resolver. De las tantas botellas encontradas hubo una de vidrio negro enterrada en un pozo ciego que guardaba un mensaje inesperado del pasado. En su interior se observaron insectos perfectamente conservados y restos de huesos de ave teñidos de colorado por lo cual la botella había sido usada para almacenar sangre de esas aves.  Se llegó a la conclusión porque ese tipo de insectos se alimentaba de proteína animal. Además en el mismo pozo había gran cantidad de huesos de pato por lo tanto se presume que era sangre de pato embotellada para uso gastronómico porque una receta popular entre los porteños acomodados era el pato a la sangre, una especie de “lujo” que se podían dar algunos pocos… Quizás quien cocinaba la descartó porque se había llenado de moscas. Un instante en la vida de alguien, recuperado por la arqueología, que llega a nosotros encerrado en una botella.


La presencia de chicos en el lugar: las personas que vivieron allí también tuvieron infancia y jugaban, y de esos juegos infantiles se recuperaron bolitas (canicas) y trompos, pelotas de tiras de cuero o de cuero y caucho, fichas de dominó de hueso, tinteros, trozos de pizarra escolar y pipas de caolín usadas como burbujeros, como una tenue huella de horas pasadas en entretenimientos lúdicos. También había calzado de tamaño pequeño.

Huellas de la infancia-Paseo de La Cisterna

Son objetos de la vida cotidiana que permiten conocer, desentrañar (o al menos imaginar) cómo transcurrían los días de los ocupantes de las distintas casas que existieron en el solar.  Porque hay hechos que no están en los documentos sino en el material de descarte que es como un documento no escrito, por eso la basura debe ser preservada y revalorizada para poder “interpretarse”, como fuente de información invaluable, testigo, evidencia de las personas que pasaron por allí. Nos cuenta muchísimo, como qué comían y tomaban y de qué manera, a qué jugaban en la infancia, qué productos de higiene y de tocador utilizaban y otras cuestiones domésticas. Con el paso de los años los objetos se reutilizan, aprovechan o descartan y nada desaparece del todo para la arqueología que descifra esos procesos y recupera su registro. Aquí la arqueología se merece un reconocimiento. 


Recipientes y envases recuperados-Paseo de La Cisterna

El Sitio Arqueológico Paseo de La Cisterna busca acercar la arqueología, la conservación y la paleontología a la comunidad, visibilizando un patrimonio poco conocido. Es gestionado por la Gerencia Operativa de Patrimonio del Ministerio de Cultura, a través del Centro de Arqueología y Paleontología “Dr. Mario Silveira”.


La ciudad vieja sigue guardando tesoros olvidados bajo tierra. Estos hallazgos se exhiben hoy al público y permiten rescatar, relucir y recrear la historia y los detalles de la vida diaria de Buenos Aires de mediados del siglo XIX. Las investigaciones acerca de todo lo encontrado (incluso la cisterna) aún continúan.

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