Un agasajo a los sentidos
El Museo Nacional de Arte Oriental reabrió sus puertas y en nueva sede.
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De entrada nos llevamos una sorpresa: “Permitido tocar” dicen los carteles de algunas piezas de arte, en una situación contraria a la de otros museos. Además del tacto, otros sentidos también están invitados a la fiesta: interviene el olfato porque se pueden oler ciertas especias que pertenecen a los lugares representados, la vista por los objetos que se incluyen y el oído porque hay visitas guiadas muy bien armadas y documentadas que brindan muchísima información acerca de todo el material.
Creado en 1965, abrió sus puertas al público recién en 1966. Pasó varias décadas utilizando cuatro habitaciones del Palacio Errázuriz (en el que también se encuentra el Museo Nacional de Arte Decorativo) y desde diciembre de 2022 recaló en el segundo piso pabellón 3 del Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA), donde, aseguran, será su sede definitiva.
Se especializa en difundir las culturas de Asia, África y Oceanía y pone su colección a disposición de todos para reflexionar sobre el imaginario que construimos sobre Oriente y comprender mejor sus prácticas culturales. Porque Oriente es un mundo espiritual, según el estereotipo construido que ubicaba a Oriente como el opuesto a un Occidente europeo que se volcaba hacia el rigor científico y el materialismo generándose un interés por descubrir nuevas formas de vincularse con lo espiritual y de despojarse de las inclinaciones materiales. Pero aquí nos invitan a evitar pensar en Oriente como un bloque único y se hace hincapié en las individualidades.
Por un lado, y con respecto al arte en Oriente, la noción de arte es una invención europea del siglo XVIII que está ligada esencialmente a las llamadas “bellas artes”, que tienen una preocupación estética y excluye a las artes populares y las artesanías, las que refieren a los placeres cotidianos o a un sentido de lo útil. Por ello, en el resto del mundo las artes de Oriente son tratadas como artesanías o directamente no tienen un equivalente en el mismo. Entonces, estos objetos fueron atesorados por los coleccionistas debido a su carácter curioso, por sus materiales o su forma de producción y por ser producto de un trabajo que involucraba paciencia y minuciosidad porque fueron hechos dedicándoles tiempo y con mucho detalle. Además, es importante aclarar que como resultado de los múltiples contactos que tenían con Europa, los productores en Oriente los fabricaban al gusto occidental para exportarlos y simultáneamente en Europa se los creaban imitando los estilos de China o Japón, por ejemplo, o se alteraban piezas ya importadas para que se acercaran a los ideales de los compradores.
En cuanto a la colección, conviven pinturas, esculturas, grabados, artículos de uso cotidiano y de culto con indumentaria, calzado, instrumentos musicales, juguetes, fotografías, abanicos de madera labrada, obras de caligrafías japonesas y coreanas contemporáneas y mobiliario de distintas culturas orientales. Hay rapeteras chinas (frasquitos de vidrio que contenían tabaco en polvo, o rapé) y podemos observar los inros que son contenedores que se usaban para guardar cosas pequeñas, ya que la vestimenta tradicional japonesa (kimono) no posee bolsillos, y con respecto al tema, como un evento simpático, hay días en que las visitantes pueden probarse kimonos.
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También merecen una mención especial los leones de Fu, son de resina y reciben a los asistentes a ambos lados de la entrada al museo como símbolo de protección contra malos espíritus (demonios), malas energías y malas personas. Por esta razón se solía adornar palacios, edificios y hogares con figuras de estas criaturas que siempre vienen en parejas formadas por un macho y una hembra, se decía que la hembra tenía encomendada la tarea de proteger el hogar mientras que el macho protegía a los integrantes fuera de este. Se diferencian en que la hembra apoya una de sus patas sobre un cachorro y el macho sobre un globo terráqueo.
Otro de los elementos que llama la atención es la escultura de Buda debido a sus características notables: orejas grandes, una protuberancia en la cabeza y caracoles. Hay leyendas sobre su apariencia. En Japón, las orejas grandes, especialmente los lóbulos alargados, simbolizan la suerte y la riqueza. Buda (Siddhartha) nació con orejas grandes, creció rodeado de riqueza y usaba pendientes de oro que deformaron aún más sus orejas. Al renunciar a la riqueza, alcanzó la iluminación a través de la meditación, convirtiéndose en Buda. Desde entonces las orejas grandes se asocian con una buena audición de la naturaleza y los dioses. Además, Buda es representado generalmente con una protuberancia en la cabeza llamada "ushnisha," símbolo del conocimiento y sabiduría alcanzados después de su iluminación.
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Además, una leyenda cuenta que Buda estaba meditando bajo un árbol durante muchas horas bajo el sol, el cual había cambiado de posición y calentaba su cabeza. Un caracol preocupado se subió a ella y utilizó su cuerpo viscoso para refrescársela; luego otros caracoles lo siguieron, con el tiempo, estos se secaron y murieron debido al calor. Cuando Buda finalmente se levantó al atardecer, se dio cuenta de que tenía 108 caracoles en su cabeza, quienes habían sacrificado sus vidas para permitirle continuar meditando. Estos caracoles son considerados mártires y su sacrificio es honrado en estatuas de Buda como un recordatorio de su acto de devoción.
De regreso a lo terrenal, completan la muestra varios televisores en donde se emiten en continuado fragmentos de películas de animé y de artes marciales, realizadas en Occidente y que hacen referencia a Oriente, donde ponen en evidencia cómo lo imaginamos.
Por último, también es válido preguntarse de qué forma llegaron las piezas al museo. En principio gracias a donaciones de coleccionistas particulares, la más importante es la del Legado Torre Bertucci, perteneciente al músico, pedagogo y generoso coleccionista, José Antonio Torre Bertucci que convirtió algo que fue privado en público, quien viajaba por América y Europa, coleccionista de objetos orientales que convirtieron su caserón en el barrio de Belgrano en un verdadero museo (y también fue un muy buen curador, porque de alguna manera las ordenó por temas y, según testimonios, las mantuvo amorosamente cuidadas). Otorgó unos 1.900 artículos al museo (y también al Museo Nacional de Arte Decorativo), por ello nos advierten que hay una visión sesgada ya que la mitad de la colección pertenece a una época y es del mismo donante así que responde a sus intereses, no obstante el acervo es muy rico. Asimismo hubo compras directas, legados y donaciones de embajadas de países orientales en la Argentina llegando en la actualidad a acumular un patrimonio artístico de más de 3000 piezas originales aunque no están todas en exhibición.
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El museo cuenta con una exposición permanente y otra temporaria así que es ideal estar al tanto para volver a recorrerlo con frecuencia.
También es posible ver las obras a través de un catálogo virtual de Colecciones Nacionales Argentinas del Ministerio de Cultura de la Nación (CONAR) al que se puede acceder aquí
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